Hace unos días me sorprendí
a mí misma diciendo una frase que desde entonces no me deja de angustiar:”la
mierda de vida que me ha tocado vivir…”.
Hoy, al ver la frase del
título en uno de los muchos mensajitos que te llegan a través de las redes
sociales, he tenido la necesidad de escribir esto.
Esta pasada semana se han
cumplido once meses desde que descubrí lo que es sufrir. Pero también veinte
años desde que nació mi peque. Dos efemérides que me provocan sentimientos
encontrados, emociones contradictorias, lágrimas de pena y alegría, de amor por
ambos.
Viéndola, tan bella,
escuchándola, tan seria, es como verlo a él. Cómo dos personas pueden parecerse
tanto. A cada cosa que digo, sé lo que él respondería y entonces lo hace ella.
Mi vida ha cambiado, sí;
para mal, sí; pero no es una mierda.
Agradezco, agradezco lo que
tengo, a pesar de todo, del dolor, de la incertidumbre y la rabia que a las
tres nos provoca esta ausencia sin sentido, esta pérdida absurda que no tocaba…
Me siento como después de un
parto, esperando y trabajando para que cada parte de mi cuerpo vuelva a su
sitio, se reajuste y empiece a funcionar con normalidad.
Felicidades pequeña…!
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