Se sentía sola, abandonada, cada
vez más alejada de amigos y familia. ¿Se estaba convirtiendo en una verdadera
“cabrona”?, se preguntaba durante sus larguísimas noches de insomnio.
Le nacía un ansia de venganza, un
ardor guerrero que hasta entonces habían sido irreconocibles en ella.
No podía ser. Hasta ese ser maravilloso que siempre
había querido como una parte de ella, le producía repugnancia, asco, envidia,
…todo él tan perfecto, tan amable, con esa carita de no haber roto nunca un
plato. Y es que, nunca había roto un plato, es verdad, pero eso a ella le daba
igual, ¡no podía soportarlo!.
¿Qué decir de los demás?. Ver
como se alejaban de la penosa, la triste, la quejumbrosa y lastimera en la que
se había convertido era como ver huir las ratas de un barco a punto de irse a
pique. ¡Que os den!, pensaba mientras miraba el móvil por enésima vez para
comprobar que durante días no había recibido ni un triste watsapp.
Esa tarde se encendió la lucecita de la pantalla. -Por fin alguien
piensa en mí. Son todas imaginaciones mías. La gente anda ocupada en sus cosas,
no significa que no me quieran, ¿lo ves?-, pensaba mientras se disponía a leer
el mensaje: “Le comunicamos que, por falta de pago, procederemos a la
cancelación de su línea telefónica”.
Por fin libre…