jueves, 17 de noviembre de 2016

VIVAMOS, Y QUE PASE LO QUE TENGA QUE PASAR

Hace unos días me sorprendí a mí misma diciendo una frase que desde entonces no me deja de angustiar:”la mierda de vida que me ha tocado vivir…”.
Hoy, al ver la frase del título en uno de los muchos mensajitos que te llegan a través de las redes sociales, he tenido la necesidad de escribir esto.
Esta pasada semana se han cumplido once meses desde que descubrí lo que es sufrir. Pero también veinte años desde que nació mi peque. Dos efemérides que me provocan sentimientos encontrados, emociones contradictorias, lágrimas de pena y alegría, de amor por ambos.
Viéndola, tan bella, escuchándola, tan seria, es como verlo a él. Cómo dos personas pueden parecerse tanto. A cada cosa que digo, sé lo que él respondería y entonces lo hace ella.
Mi vida ha cambiado, sí; para mal, sí; pero no es una mierda.
Agradezco, agradezco lo que tengo, a pesar de todo, del dolor, de la incertidumbre y la rabia que a las tres nos provoca esta ausencia sin sentido, esta pérdida absurda que no tocaba…
Me siento como después de un parto, esperando y trabajando para que cada parte de mi cuerpo vuelva a su sitio, se reajuste y empiece a funcionar con normalidad.
Felicidades pequeña…!



jueves, 3 de noviembre de 2016

FELICIDAD: VIVIR EN LA ESENCIA




“Cuentan que un caminante llegó a un cementerio en las afueras de un pueblo. La puerta de bronce del cementerio estaba abierta, así que decidió entrar y dar una vuelta para conocerlo. El sitio era her­moso, lleno de flores y jardines bien cuidados.
Cuando se acercó a la primera tumba, la lápida tenía grabado el siguiente mensaje: «Abdul Tareg vivió ocho años, seis meses, cin­co semanas y tres días». La persona se entristeció, pues pensó en la tragedia que la familia tuvo que haber pasado al perder un niño tan pequeño.
Luego se acercó a la siguiente tumba y leyó: «Yamir Kalib vi­vió cinco años, ocho meses, tres semanas y un día». Pensó: «¿Otro niño?». No podía comprenderlo. A continuación dio una mirada rá­pida a todo el cementerio y descubrió que todas las tumbas tenían grabadas edades que no pasaban de los 12 años. La persona estaba golpeada emocionalmente.
¿Qué tipo de desastre tenía que haber pasado en este pueblo para que murieran tantos niños? ¿Qué tipo de maldición tenía? ¿Valía la pena visitarlo? El guardián del cementerio, acostumbrado a las reac­ciones de los forasteros ante las tumbas, se le acercó y le aclaró: «En nuestro pueblo tenemos una costumbre: a los 15 años todo joven recibe de sus padres una libreta para apuntar todos los momentos en que realmente fue feliz. Al morir, se suman los momentos de la libreta en que la persona fue feliz y se inscriben en la lápida. Aquí creemos que el verdadero tiempo vivido es el tiempo en que fuimos felices»”.

Osadamente me atrevo a hablar de felicidad y del significado que tiene para mí. La FELICIDAD significa, vivir en la esencia, siendo yo misma el cambio que quiero en el mundo. Desde que nacemos, estamos alejándonos de esa semilla que fuimos, enajenándonos de nuestra esencia.
Para mí, los principales rasgos que definen ese yo verdadero, nuestra verdadera naturaleza, son: la autenticidad, el desapego, el coraje, la inocencia y el amor incondicional.
Somos auténticos cuando nos valoramos sin esperar que los demás lo hagan. Si yo no me reconozco, busco el reconocimiento en los demás. Ser auténtico significa empezar a valorarte por lo que eres, por el SER que soy. ¿Por qué, en lugar de preguntarnos si hay vida después de la muerte, no deseamos que haya vida, antes de la muerte?.
¿Qué pensarías si dijera que el apego destruye las relaciones humanas?. Si hay apego, no hay AMOR, por mucho que nos hayan hecho creer lo contrario. Cuando ME amo, aprendo a ser feliz por mi misma, por mi mismo, sin estímulos externos. Para entenderlo, debemos mirar con perspectiva y entonces veremos que, cuanto más desapegado estás de alguien, más lo amas. Si vivimos desde el desapego, ninguna pérdida puede dañarte por perder lo que nunca fue nuestro, sólo nos queda dar las gracias por el tiempo compartido: GRACIAS.
¿Cuántas cosas dejamos de hacer por miedo, cuantas hacemos por miedo?. Intentamos buscar la seguridad absoluta, pero cuando vivimos desde nuestra esencia, conectamos con el coraje. Si confías en ti, si crees en ti, ves lo que es verdaderamente valioso para ti y tomas decisiones para honrarlo. Nos pasamos la vida queriendo ser como los demás: tan lista como fulanita, tan guapa como menganita, tan graciosa como cetanita…pero cuando somos capaces de tomar nuestras propias decisiones, estamos “matando al referente”, me estoy diciendo, confío en mi y en la vida, entiendo que lo único que tengo es lo que nadie me puede arrebatar, todo lo demás es prestado.
Como dice B. Villaseca, “la inocencia es el estado del alma libre de culpa”. Estamos demasiado acostumbrados a negar nuestra parte de responsabilidad personal, pero cuando conectamos con la esencia vemos cual es esa parte de responsabilidad y somos capaces de perdonarnos para liberarnos de la CULPA: lo hago, lo hice, lo mejor que se. Nadie me hace daño sin mi consentimiento, entiendo que “la mejor defensa no es un buen ataque, es no sentirse atacado”.
En definitiva, cuando somos capaces de amarnos a nosotros mismos, descubrimos que nosotros somos la fuente de la felicidad. Lo que das y lo que entregas, te lo das y te lo entregas. Cuando no me quiero, desarrollo una personalidad para que me quieran los demás, me invento un personaje; pero cuando conectamos con nosotros mismos llegamos al fin último que es el AMOR INCONDICIONAL a ti mismo.