Ella no era
una de esas personas que dicen no saber aceptar, recibir, lo que los demás
hacen por ti. Hacía tiempo que había aprendido a decir, GRACIAS.
Sus oasis eran
el agua caliente de la ducha por la mañana, el vasito de gazpacho en los
tórridos veranos, el olor a incienso en sus clases de yoga. Sus oasis eran lo
que podía elegir, lo fácil, lo simple, lo cotidiano, …el rayo que no cesa.
Ya hacía
tiempo que cumplir años formaba parte de esa cotidianidad. Ya no era esa fecha
en la que esperaba fiestas sorpresas y regalos originales que coincidieran con
lo que siempre ella había deseado.
Y lo había
decidido por iniciativa propia, sin acritud, como hubiese dicho él, sin
dramatismos, más allá de lo imprescindible, ¿tan difícil era de entender?, ¿qué
suponía para ella cumplir años?: vida, miedo, dolor, risas, todo,… NADA.